Existe una creencia ampliamente extendida de que en la mesa no se debe hablar de deporte, religión ni política. Sin embargo, esta norma social, lejos de fomentar la armonía, ha creado una cultura del silencio donde las personas reprimen sus opiniones por temor a la confrontación.
En la cultura de países que suelen sufrir de crisis, como es el caso de Guatemala, existe una fascinación por la figura del líder fuerte, alguien con carisma y promesas de “solución para cualquier problema”. Este tipo de personaje se vuelve el rostro de la esperanza, del cambio, e incluso del milagro.


