
- Por: Fabrizio Esquivel Obregón
Durante ya suficientes años se ha dicho que «los jóvenes son el futuro». Aunque es cierto que suena inspirador, también funciona como una excusa para mantener a la juventud al margen de la sociedad. Nos empujan con el pretexto de que se tiene que esperar, aceptar, sonreír y, sobre todo, no tomar cartas en el asunto. Mientras tanto, otros deciden por nosotros, y las consecuencias no solo las sentimos en nuestro presente, sino también en nuestro futuro. El tiempo, verdaderamente, no espera a nadie, y quedarse «esperando» solo alimenta el estancamiento de nuestra sociedad. Esto es preocupante, pues posponer nuestras capacidades significa delegar nuestro futuro en manos de otros que, quizás, no comparten nuestros intereses ni preocupaciones.
La inteligencia y audacia de los jóvenes siempre llega a incomodar, y esa incomodidad es buena, pues es simplemente la consecuencia de los primeros pasos hacia un mejor mañana.
Los cambios no esperan permiso
Las generaciones pasadas tomaron decisiones que repercuten en la vida de los jóvenes hoy en día, y las autoridades presentes también construyen un camino el cual todos estamos obligados a seguir. Pero la historia nos dice una cosa que es importante que todo joven sepa: los cambios grandes no esperan permisos. Los verdaderos cambios, aquellos que hacen historia, surgen de quienes se atreven, incluso cuando parece pronto. La inteligencia y audacia de los jóvenes siempre llega a incomodar, y esa incomodidad es buena, pues es simplemente la consecuencia de los primeros pasos hacia un mejor mañana. Es esa capacidad de cuestionar lo establecido la que nos permite ver oportunidades donde otros solo ven problemas, y nos recuerda que la energía no debe desperdiciarse.
La juventud como ventaja
Ser joven, cosa que minimiza a muchos, no es una debilidad ni un defecto; al contrario, es una ventaja. Tenemos energía, ideas frescas y capacidad de movilizarnos. Podemos cuestionar lo que otros aceptan como normal. Podemos proponer lo que nadie se atreve a imaginar. La acción constante supera a la indignación momentánea. Cada paso que la juventud da nos acerca a crecer y transformar realidades que pueden llegar a parecer inamovibles.
Transformar la indignación en acción
No se trata de hacer relajo por ganas de hacerlo. Se trata de asumir responsabilidades frente a las situaciones que vemos día a día. Somos una fuerza que puede no solo impactar el presente, sino también redirigir el futuro. Los jóvenes somos capaces de convertir la indignación en soluciones. Cada iniciativa, cada voz, suma. Y cada silencio prolonga los problemas que decimos odiar. La diferencia está en quienes deciden pasar de la queja a la acción, de la crítica a la propuesta, y eso es algo que está al alcance de todos los jóvenes que quieran comprometerse con la sociedad guatemalteca.
Cada decisión es importante, y ya no podemos delegar nuestro futuro a grupos que, durante décadas, han demostrado que piensan más en mantener el poder que en mejorar la sociedad.
Responsabilidad en cada acción
Es posible que algunas personas digan que los jóvenes actúan por impulso, pero ser joven también implica responsabilidad. Lo que hacemos hoy define oportunidades, derechos y límites para nosotros y para los que vienen después. Cada decisión es importante, y ya no podemos delegar nuestro futuro a grupos que, durante décadas, han demostrado que piensan más en mantener el poder que en mejorar la sociedad. Para mí, actuar de forma consciente y ética es lo que hace que la energía juvenil se convierta en verdadera transformación. La juventud no es solo un cliché, o incluso un diminutivo, sino que es un verdadero motor de cambio.
Resistir a la indiferencia significa crear espacios propios, hablar aunque digan que es «demasiado pronto», y persistir incluso cuando parece que nadie escucha.
Resistir la indiferencia
Se dice que los jóvenes somos indiferentes, o que no le encontramos importancia a la política ni al rumbo del país. Pero esa idea esconde un verdadero problema: es hasta estos últimos años que las autoridades se han logrado abrir un poco y darnos el espacio suficiente para demostrar lo que podemos hacer. Resistir a la indiferencia significa crear espacios propios, hablar aunque digan que es «demasiado pronto», y persistir incluso cuando parece que nadie escucha. Desafiar esa percepción y lograr impulso para seguir adelante es una de las cosas que resalta la fuerza juvenil. Esa actitud nos permite abrir caminos, ganar voz y mostrar que la juventud no es un futuro lejano, sino una fuerza presente que puede cambiar la realidad de manera tangible.
Tomar el lugar que nos pertenece
Los jóvenes no solo somos promesas futuras, sino que somos piezas que ya estamos en el tablero y podemos cambiar el presente si decidimos actuar. No necesitamos permiso ni esperar oportunidades perfectas. El espacio se construye con pasos firmes, no con palabras.
Por eso, no mirar de lejos es nuestro primer acto de responsabilidad. Y si no nos dan lugar, lo abrimos nosotros mismos, porque esperar a que otros nos concedan espacio es dejar que sigan decidiendo por nosotros sin preguntarnos.



